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Descubrir a José Segura Ezquerro

Descubrir a José Segura Ezquerro es una apasionante aventura que completa este recorrido por los artistas almerienses de vanguardia con proyección internacional.

En la última exposición de Segura Ezquerro (1961), en el Lyceum de La Habana, la historiadora Anita Arroyo, especialista en arte indígena cubano y en la vanguardia artística de La Habana, califica a nuestro pintor de artista hondo, sincero, limpio, de importante honradez artística, humildad de artesano y poseedor de una genuina sensibilidad, que todos somos capaces de apreciar y sentir ante su obra. El concepto estético de hondura del crítico español de arte Manuel Abril (contemporáneo del artista) es definido como el sentimiento que impone una obra de arte cuando en ella se manifiesta algo transcendental. Esta calificación de Anita Arroyo describe la personalidad, de la que hace gala en su plena madurez, Segura Ezquerro como creador y como artista. Moriría dos años después, a la edad de 64 años. Su formación académica fue avalada por maestros como Julio Romero de Torres, y se desarrolló en la Escuela de San Fernando de Madrid, donde se refleja la sociedad creativa del momento, configurada dentro de un gran número de movimientos artísticos; lo que quedaba del Romanticismo, el Impresionismo, el Naturalismo de intención social, el Modernismo Simbolista, el Academicismo folklorista y el Realismo. Todos estos estilos modelaron un artista completo en su juventud. Los acontecimientos de su vida se encargarían de proporcionarle un sello personal.

Cuando llegó a Cuba con su padre en 1921, a la edad de 24 años, ya había recorrido Francia en los últimos años de la Gran Guerra: trabajó para los aliados dibujando mapas militares y fue ilustrador en Burdeos. En la isla entra en contacto con artistas jóvenes como Víctor Manuel o Carlos Enríquez, que luego serán símbolos de la Primera Vanguardia Cubana. Y formará parte de la primera Exposición de Arte Nuevo que presenta la Revista de Avance en 1927, origen de la aparición del movimiento vanguardista en la plástica cubana y que será, más que una escuela independiente, una amalgama de expresiones y sentimientos, reflejo del carácter cubano. Segura Ezquerro convivirá en La Habana con este grupo durante los años veinte. Es la etapa que Marinelo denominara “década crítica”. Significó, por fin, una ruptura con el academicismo y una puesta al día con los movimientos renovadores (no en vano más de la mitad de los artistas que componen la colectiva viajarán a Europa durante estos años). El primitivismo modernista, que liderarán en Europa, entre otros, Picasso y Bretón, alimentará en la Isla un interés por los temas cubanos, traduciéndose en indigenismo y negrismo de carácter expresionista y, en ocasiones surrealista, con una expresividad más íntima, quizás por su origen, en parte africano. Que José Segura comparte los ideales estéticos del grupo es evidente. La creatividad como emoción creadora que intenta no arrastrar prejuicios estéticos al disponerse ante el lienzo, sino sólo resolver la necesidad de expresar, es llevada a la práctica, semanas después de la Exposición de Arte Nuevo, con la exposición de dibujos de los alumnos del entonces llamado Instituto de Sordomudos y Anormales, patrocinada por la Revista de Avance y organizada por José Segura. La importancia de la muestra radicó en el hecho de que las obras estaban absolutamente alejadas de los cánones de la Academia, estaban plenas de sinceridad. Sin embargo, aun compartiendo y comprendiendo el contenido conceptual del grupo, Segura Ezquerro no participará en la siguiente exposición de Arte Nuevo, la que inaugurará el Lyceum de la Habana en 1929.

Antes de marchar a España en 1931, ilusionado con la República, es incluido por Jorge Mañach en el capítulo de “La Pintura de Cuba” dentro del tomo único “Las Bellas Artes Cuba”, coordinado por Carbonel, considerándolo casi cubano por su combinación de interés por el realismo y por los efectos decorativos de la pintura moderna. Asimismo, años después, en la Historia de las Artes Plásticas de Cuba es catalogado como miembro del grupo de la primera vanguardia, e incluso se hacen eco de sus exposiciones en Madrid.

Durante su estancia en España realizó dos exposiciones en el Círculo de Bellas Artes y participó con dos telas en el Certamen Nacional de Bellas Artes, sin aún dejar de enviar obra a la Isla que se plasmó en otras tantas exposiciones en Cuba. Le prensa española le criticó la luz tropical que traía en sus telas, he hizo mención de las críticas realizadas en La Habana como la del Conde de Rivero en el “Diario de la Marina”.

En 1939 vuelve a Cuba. Ya no regresará a España.

No se le vuelve a relacionar profesionalmente con el grupo que comenzará a ser llamado, en los años cuarenta, Escuela de la Habana. Su pintura continuará dentro de la vanguardia, muy avanzada para la época. Mantendrá la impronta de las imágenes del indigenismo más puro. Sus figuras femeninas corresponderán a la línea marcada por otros compañeros como Jorge Arche, con el que compartirá las deformaciones manieristas de líneas sensuales, o el mismo Víctor Manuel, que mantendrá una ambigüedad en sus figuras, entre lo criollo y lo español, como en su “Gitana tropical”. Pero al mismo tiempo, Segura Ezquerro realizará interiores y retratos de factura clásica y magistral. Regresará a la tradición española pero no podrá desentenderse de su entorno caribeño, y su sensibilidad hacia lo moderno y su carácter cosmopolita dulcificarán el rigor clásico al que bien pudo haber vuelto.

La prensa cubana de la época, con la importante influencia que suponía, reflejó esta nueva situación independiente de nuestro pintor, refiriéndose a él como artista de incursiones razonables en las vanguardias, pero que disfruta realizando retratos. Se le considerará cubano, pero isleño que no comparte los extremos de sus compañeros, reacios, unos a sumarse a los nuevos caminos de las artes plásticas, y otros demasiado precipitados y poco reflexivos con las vanguardias.

Aparece entonces, ya hasta su muerte, nuestro artista trabajando en dos senderos diferentes, la estética indigenista de los principios de Arte Nuevo, con las escenas habaneras llenas de luz y color, y al mismo tiempo los retratos y los interiores, como testimonios diferentes de una misma personalidad. Esta evolución progresiva de José Segura hacia telas más independientes y de alta calidad estética encontraron una clientela fiel en la burguesía cubana, que comenzó a coleccionar y comprar arte de vanguardia, pero que aún no estaba preparada para la segunda oleada de artistas modernos en la isla que tendrán una tendencia abstracta, y que vuelven sus ojos hacia la década crítica del negrismo y el costumbrismo afro-cubano de efectos más decorativos. Pero esta burguesía también está interesada, como todas a lo largo de la historia, en los retratos, y aquí es donde clientes y artista van a encontrarse más cómodos.

A mediados de los cuarenta Segura Ezquerro es ya un pintor independiente, formado en los cánones tradicionales, fuera ya de la dicotomía antiguo/moderno. Sus obras son Pintura, con mayúsculas, color, dibujo, ritmo y pasión; es de una honradez y una sobriedad absoluta que transmite emociones profundas.

El impresionismo tropical con influencia claramente caribeña estará presente en sus paisajes urbanos como el Callejón de San Francisco de 1960 y la Esquina Teniente Rey de 1958. La primera es una explosión de color en la que llama la atención el estudio de la luz cálida del atardecer que ambienta la escena con una iluminación dorada, rica en naranjas, que son potenciados por los azules y grises del fondo marino. Fondo que parece tener un clima diferente, o “amenazar tormenta”, pero no parece afectar a los actores que mantienen actitudes muy de la costumbre criolla de vivir en la calle. La impronta posimpresionista que nos transmite esta tela es acrecentada por la aparición de colores que hemos visto en Gauguin y en los fovistas. El dibujo es virtuoso, recordándonos la ilustración de una narración del realismo mágico, resuelve sin dificultad el escorzo de la inclinación de la calle, la lejanía y los cambios de nivel, de planos, de dirección, de la arquitectura tradicional isleña. La Esquina Teniente Rey es más limpia de factura, los planos no están tan limitados, pero los colores fríos de las fachadas más cercanas incrementan la luz tropical del fondo, que nos impresiona por la brillantez del amarillo puro que utiliza el pintor. La dificultad de utilizar un color de la fuerza de este amarillo cadmio para un fondo nos demuestra la destreza del artista; para empastar y dibujar a la vez se ha de conocer muy bien el medio y dominarlo. Esto permite también el uso de colores primarios limpios, tal como salen del tubo, en las figuras de primer término, y configurar así un espacio atrevido y renovador. Existe un cuadro en el Museo de la Habana donde el indigenismo y negrismo de estos cuadros llega a su máxima expresión, su carácter ilustrativo lo aleja más del concepto de obra plástica que presentan los cuadros de esta exposición, pero muestra la línea cubana de la segunda vanguardia de los años cuarenta. Se puede apreciar también una influencia clara de Víctor Manuel en la exagerada perspectiva, recurso que utilizaba el cubano en la mayoría de sus telas de temas costumbristas.

Como contrapunto, y quizás por necesidad de equilibrio, Segura Ezquerro realizaba también nocturnos. Escenas urbanas como las anteriores pero con la iluminación de esas horas de vigilia, en la que los colores presentan su mayor profundidad, en las que la luz es protagonista en la lejanía y donde el artista se atreve con importantes y valientes estudios de valoración cromática y lumínica. En todas estas escenas la vida del habanero es apreciable, en el paseo, en la calle, o en las puertas, en los umbrales abiertos a la vida.

Y dentro, lejos del bullicio del son cubano, del sol cegador del mediodía, los interiores. Patios, ventanas y ambientes de serenidad, ideales para la lectura. Aquí es donde se une en José Segura su formación clásica, la influencia moderna y su vida de exiliado en Cuba. Son cuadros dulces, serenos, de impecable factura y técnica virtuosa donde en la quietud de la tarde, a la hora de la siesta, Segura pinta el calor, el sopor tropical de un ambiente que podría ser cubano o andaluz, donde las plantas, las sombras, los altos techos interiores albergan todo un universo de recuerdos y objetos que describen una vida. Son retratos de un instante, de una tarde, de un recuerdo.

Cuando Segura Ezquerro pinta retratos, entonces vuelca su alma en ellos. No hay ejemplos en la colección Marín de los realizados por encargo, que fueron muchos, como se aprecia en las listas de sus exposiciones y en la prensa de la época. Sin embargo, la colección Marín sí nos da a conocer dos grandes muestras de sus figuras de mujer. La Mulata prieta, calificada ya en su momento como obra de calidad e importancia como para tener en cuenta en el fondo de cualquier museo, es una obra en la más pura línea de lo afro-cubano. Presenta una sobriedad tonal, una fineza en el colorido difíciles de mantener en una composición de esas características, en las que, aunque los colores sean pocos, es importante su riqueza en matices y armonías. Sin dejar de ser un cuadro de vanguardia, de la primera época del pintor, exhala de él un aroma clásico que los isleños dirigen hacia un trascendental artista de su historia, Leopoldo Romañach, y a su obra La Niña de las Cañas, un referente de romanticismo habanero que fue maestro de Víctor Manuel, entre otros, y cuya influencia permanecerá durante todo el siglo XX. Si bien Segura Ezquerro no fue alumno del pintor, muestra la clara influencia de éste en esta figura, indicándonos su interés por la tradición artística cubana.

La otra figura que podemos contemplar, Andaluza de blanco, comparte características con la anterior en lo que a cromatismo se refiere, la misma riqueza tonal con pocos colores. Segura no carga el blanco con matices y reflejos que lo ensucien, el blanco es puro, el tejido se puede tocar, ha sido creado con empastes que modelan su textura, con veladuras que describen su suavidad, volvemos a ver esa facilidad para pintar y dibujar a la vez, y modelar en este caso. Es una pintura limpia y firme. Son además los dos ejemplos, la andaluza y la mulata, representaciones magistrales de una de los más importantes sellos de José Segura Ezquerro, las mujeres cargadas de emociones, como vitales poseedoras de pasión, tristes, melancólicas, relajadas, abandonadas a sus propias reflexiones, son mujeres a las que les sucede algo, no pasan por la vida sin vivirla, tienen alma y ésta bulle. Ambas tienen mucho en común con la dama vestida de malva que se encuentra en el Museo Nacional de La Habana, en la que las manos y la ausencia en la mirada, lejana, donde podemos intuir recuerdos, anhelos o deseos, tranquilos pero profundos, están tratadas con un dominio virtuosos del dibujo que, sin detalles barrocos, contrastan con la limpieza de planos, constructivista casi, con la que se ha resuelto el resto de la figura y el fondo, de pureza y simpleza cromática. Este es un cuadro con estructura formal dominada por la vertical, definida por la expresividad de las líneas de las manos y la cabeza, eje que se destaca sin afectarle las curvas de la figura que quedan perdidas en el conjunto. No sabemos si el pintor refleja en estas mujeres su propio estado de ánimo, o sólo con la observación, y la generosidad de su mirada, es capaz de interpretar primero y expresar después todo un universo femenino de sensaciones.

En relación a los retratos son, posiblemente, los Dibujos de niños de sus primeros años en La Habana, los que mejor ilustran su capacidad y virtuosismo. Son dibujos de línea segura y amplia que modela la suavidad de los rostros inocentes. Son dibujos firmes pero sensibles. Son miradas tiernas que describen una personalidad que promete ser, son pucheros, son sonrisas, son enfados, pero sobre todo son ojos, son miradas. En esta amplia colección de dibujos podemos observar cómo unos son de clásica factura, y otros más osados en el trazo y la técnica, pero todos son estudios acabados sobre cómo expresar los sentimientos mostrados por otros.

Segura Ezquerro crea con el alma, es un creador sensible y un pintor de hondura, es un criollo de Almería, o un almeriense en Cuba, nos da igual, es un hombre entero en su pintura.

Carmen Rubio Soler

Fuente: Vanguardias de la pintura almeriense y su presencia internacional. 2009. Edita Ayuntamiento de Roquetas de Mar

 
 
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